Jonás: La respuesta de Dios a Su orgullo

Hace unos días estuvimos hablando del profeta Jonás, el hombre que estuvo en el estómago de un pez por 3 días por desobedecer a Dios. Pero más allá de esto, la historia del profeta nos lleva a entender el comportamiento erróneo que adaptamos y sus consecuencias.

En esta segunda parte del estudio de Jonás, nos centraremos en lo que sucedió en Nínive cuando el profeta obedeció y lo que sucedió después. Cuando Jonás estuvo dentro del pez oró a Dios arrepentido y nos dice la Biblia que mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.

Esta parte me impresiona, porque a menudo que escuchamos de Jonás decimos, estuvo dentro del pez 3 días, salió y predicó. Pero, ¡alto ahí!, ¿estar dentro de un animal y salir con vida, después de 3 días? Seguramente, los jugos gástricos lo hubieran consumido, si no al menos lacerado. No lo imagino cómodamente sentado en un rincón del vientre del pez como un feto. Es muy probable que fuera sacudido violentamente por la actividad normal del sistema digestivo del animal. Miremos por ejemplo esto: el alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes Jonás 2: 5-6.

¡Jonás estaba desesperado y convencido que iba a morir por su desobediencia! Pero oró y Dios lo perdonó y le dio una segunda oportunidad, como tantas veces nos la ha dado a nosotros. Al salir del pez, Dios le mandó nuevamente a Nínive y esta vez él obedeció. El capítulo 3 nos cuenta que él predicó y el rey mismo de aquella ciudad se humilló e hizo proclamar por mandato que la ciudad se cubriera de cilicio y se convirtiera de su mal camino.

Jonás claramente tenía una misión respaldada por Dios, también tenía talento para dirigirse a la gente, fijémonos en los siguientes versos:

4Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. 5Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. 10.Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que habí dicho que les haría, y no lo hizo.

¿Qué vemos aquí? Dios podía obrar la salvación de Nínive de muchas otras formas y a través de cualquier otro profeta, pero Dios había escogido a Jonás para esta tarea, muy posiblemente porque era un hombre íntegro, versado, espiritual, buen orador. Sin embargo, creo que Dios quería darle al profeta una lección que también nos aplicaría en nuestros días.

El profeta era orgulloso. Se creyó demasiado bueno para Nínive, se creyó independiente y quiso escoger el camino fácil, el que se veía productivo, donde podría demostrar sus talentos y alardear de las almas que ganara para Dios. Además, Jonás no quería la salvación de Nínive, él estaba convencido de que ellos, por su maldad, merecían el castigo que Dios había planeado. Él habría estado satisfecho, si Jehová les hubiera aplicado la ley del “ojo por ojo y diente por diente”.

¿No me crees? Leamos juntos el capítulo 4 versos 1 al 3:

1Pero esto disgustó mucho a Jonás, y lo hizo enfuerecerse. 2Así que oró al Señor de esta manera: -¡oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir de Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. 3Así que ahora, Señor, te suplico que me quites de la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!

Dios le dio una gran segunda oportunidad a Jonás cuando escuchó su oración y lo sacó de las entrañas del pez, pero eso todavía no aplacó su orgullo. Pero, nuestro Señor es tan maravilloso que en vez de castigarlo le dio a Jonás otra enseñanza. Dios le dio una planta que le diera sombra mientras acampaba al este de la ciudad, pero también envió un viento y un gusano que hiriera la planta, todo eso de un día a otro, y Jonás no hacía sino enojarse más. Dios le contestó:

Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme? Jonás 4: 10

Creo que Dios nos enseña mucho a través del breve libro de Jonás. El profeta era un hombre como nosotros, muy activo en la obra que Dios le asignó, seguramente figura de renombre y muy respetable en su comunidad. Pero albergaba dentro de sí, sentimientos que desagradaban a Dios. Estamos hablando de un profeta, no una persona que no conocía a Dios, sino alguien a través de quien Dios hablaba.

De esta segunda parte del estudio rescatamos lo siguiente:

  • No somos perfectos. Somos humanos y aunque nos hayamos puesto títulos o nos creamos muy espirituales, estamos llenos de emociones negativas y pecado. Eso, no nos impide servir en la obra que Dios nos ha asignado. Pero tampoco significa que no debamos trabajar en mejorar.
  • Dios ama a sus hijos, y aún a pesar de sus faltas y de la fealdad de sus sentimientos, Dios sigue restaurándonos. Nos dará otra oportunidad como a Jonás y procurará nuestra salvación como a Nínive.

El enfoque del libro de Jonás no está en la salvación de Nínive, sino en los errores del profeta y en el amor y redención de nuestro Creador. No creo que nosotros terminemos en el estómago de un pez, en nuestros días, pero Dios nos sigue aleccionando cada día. Trabajemos en eliminar de nosotros el orgullo y seamos mansos y humildes como Jesús.

¡Dios te bendiga! ¡Hasta la próxima entrega!

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